LAS TRES “PLAYAS” ANDINAS

ÁNGEL CIRO GUERRERO

Dios, después de hacer el mundo, se vino a Mérida a descansar pero, pensando, pensando, recordó que le faltaba aún dejarle a los andinos algunas de las cosas más hermosas del recién hecho planeta y le regaló tres playas, sí, tres playas así como lo está leyendo, amigo lector. ¿Y cuáles son? puede preguntarse, curioso por un asunto tan particular como extraño. Pues, muy sencillo, escuche para que no se le olvide:

La primera es la de Palmario, allá abajo donde el Lago de Maracaibo, inmenso, se dobla en curva, se cierra o se ensancha, dependiendo de cómo se le vea y hace una bolsa gigantesca para regar la Zona Sur, rica en todo.

Allí, a Mérida le corresponde un pedacito y por allí a Mérida le llegó, entre el final del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, la modernidad que venía de Europa y desde allí se iba hacia el viejo continente la gente y las exportaciones, haciendo escala en Maracaibo para abordar los viejos buques de vapor hacia Lisboa, Londres o Ámsterdam. Y también allí se formó un pueblo fuerte, trabajador, abnegado, que procedía de distintos lugares de África, traídos como esclavos. Generación tras generación estos hombres y mujeres, raza altiva, buenas gentes, vinieron construyendo su futuro defendiendo tradiciones donde el tambor y el baile tienen, con su San Benito, la mejor de las expresiones de una cultura que debe preservarse al infinito por la fuerza de su mensaje y recordatorio permanente.

La segunda no tiene mar ni menos lago o laguna, apenas un río que, como tal, cada medio siglo crece y arrastra todo haciendo mucho daño, y en su mientras tanto riega el hermoso y productivo Valle que lleva su nombre, el Mocotíes, que nace entre los páramos La Negra y El Zumbador  y va a morir  en La Victoria, donde descarga su caudal en el gran río Chama. En este punto, se enclava La Hacienda La Victoria, monumento al esfuerzo de los hombres que vinieron de afuera para modernizar el cultivo del café y dejaron para el patrimonio nacional la más hermosa casa de Hacienda que en América del Sur se haya construido. Hasta aquí trajeron los inmigrantes italianos la primera maquinaria procesadora del rico fruto desde la Inglaterra industrial, poderosa y moderna, que revolucionó al mundo una vez descubierto el poderío del vapor que empezó a moverlo todo.

La de La Victoria es un sitio de paz, una casa que facilita la contemplación, donde se educa a juventudes y, sin duda, un símbolo. Bueno, esa segunda “playa” es La Playa, más abajo de Bailadores, convertida en pueblo de gente alegre, servicial, también emprendedora; lugar de mucha historia a la que la neblina de la mañana y tarde no puede esconderle la belleza.

La tercera es la llamada Zaragoza, en el Valle de Pedro González, vecindades de Juan Griego, en Margarita. Ésta es azul, oceánica, fría y, por serlo, es el sitio preferido por los más o menos siete mil “gochos” que escogimos la Ínsula para convertirla en nuestra segunda tierra, a la cual aportamos mucho esfuerzo y somos en ella gente muy apreciada por honradez y dedicación permanente. Es una playa de las que, sin fuerte o mediano oleaje, el agua convertida en espuma llega a la blanca arena sin escándalo convirtiéndose, así lo asemeja, en una piscina enorme donde se puede nadar tranquilo.

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s