
La impaciencia no es algo nuevo. Ciertos analistas le echan la culpa a la tecnología. Los resultados instantáneos que proporcionan estos avances tecnológicos han aumentado nuestro apetito por la gratificación inmediata.
Esperamos que todo sea rápido, eficaz y a nuestro gusto. Si no sucede así, tendemos a frustrarnos e irritarnos cada vez mas, lo cual es un síntoma de impaciencia.
‘Hemos olvidado el arte de vivir mas despacio y saborear el momento’.
Existen pruebas convincentes de que la impaciencia es perjudicial.
Hay factores desencadenantes de la impaciencia. ¿Cuales son? Tal vez sean otras personas, sus padres o sus hijos. O quizás el problema tenga que ver con el reloj: ¿se inquieta cuando otros lo hacen esperar o cuando se está haciendo tarde? Y ¿qué ocurre si está cansado o hambriento? ¿Si está estresado? ¿Dónde se impacienta con mas facilidad, en casa o en el trabajo?
¿Qué ventaja tiene ir a la raíz del problema? Hace siglos el rey Salomón escribió: «El prudente ve el peligro y se esconde, pero los inexpertos siguen adelante y sufren las consecuencias». (Proverbios 22: 3). Según este antiguo proverbio bíblico, si usted «ve el peligro» es decir, si cree que está a punto de perder los estribos, tal vez pueda hacer algo para evitarlo.
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